viernes, 21 de diciembre de 2007

ALMUERZOS

Ya saben de mis fobias a las costumbres sociales que vertebran el mundo, a la ética de anís y mantecado que se prodiga a finales de diciembre, a los nacimientos milagrosos alzados a creencias absolutas, a los creyentes de ese nacimiento heroico que cuelgan de sus balcones la imagen desastrosa y esotérica de un recién nacido con corona, a la necedad borreguil y cegadora de los excesos en regalos y felicidades y “noches buenas” y todos esos inventos de lo efímero: los mercados, los nacimientos, los belenes, los rezos; a la exacerbación detonada por los villancicos que abrigan a uno hasta en la tostada, de la euforia de feria que se prodiga por las calles abarrotadas por un personal que se deja los ahorros en las últimas tecnologías, etc. Sin embargo, vengo observando de un tiempo a esta parte una modalidad nueva en esas destrezas que los humanos vamos amontonando: el almuerzo de empresa.
Un almuerzo de empresa (ya sea privada o pública) roza la indecencia y, en muchos casos, un comportamiento primitivo. El almuerzo o la cena consiste en la reunión de todos los trabajadores de la empresa para festejar, ¡qué se yo!, las navidades. Nefasta interpretación de los ritos, estos almuerzos, o cenas. Si entro a analizar el menudeo que se produce en la mayoría de ellos, no haré más que agudizar mi fobia. No sé que fuerza mayor o anunciadora mueve al organizador, porque existe la figura del organizador. Pongo por caso que el organizador es alguien que no se ha dirigido a ti en todos los días pasados o que, en buena medida, ha evitado cualquier tipo de encuentro eventual. El mismo que ha prodigado su cara de enfrentamiento con el mundo o con la política cualquiera. Creo que ni siquiera Kafka, en su prodigio, mejora la metamorfosis que sufre el señor. Cuando este Gregorio Samsa ha pedido el presupuesto en los sitios en donde es conocido, los cuelga en un tablón para que la gente vote según sus preferencias: carne o pescado, copas o sin copas, este lugar o el otro, etc. Recién decidido el menú y el lugar del almuerzo, todo se obceca a favor del “día del almuerzo”. Claro, luego viene el envés de la moneda, esto es, los que decidimos no apuntarnos en la lista porque…por causas diversas. De momento, a los que van no se les pregunta en público, “oye, ¿por qué vas al almuerzo?”, ya que estoy seguro de que las razones serían más débiles que las que cualquiera de los que no van les daría. Aunque pensándolo bien, todo se puede extrapolar a otras situaciones de la misma ralea. Ya saben, no puedo contarles cómo son los almuerzos en vivo porque no suelo ir a esos eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa.

martes, 18 de diciembre de 2007

LECTURA Y LECTORES EN LAS ESPAÑAS

Para el hecho de la lectura caben muchos supuestos. Se lee por diversión, por entretenimiento, por necesidad para la vida. Se lee porque existe la necesidad de leer, porque algo nos imanta hasta la letra impresa o porque la magia del negro sobre blanco nos convoca. Se lee porque se escribe. Somos lo que leemos. Sin embargo, ¿qué leemos? ¿Hay lecturas por compasión? ¿Qué función vital poseen los libros en las vidas actuales?
Echando mano de cierta bibliografía sobre sociología de la literatura, es decir, sobre los estudios que analizan el hecho literario desde un punto de vista social, me he encontrado con algunas sorpresas. Entre las páginas del magnífico libro de Maxime Chevalier, Lectura y lectores en la España de los siglos XVI y XVII, -obligado paso para bibliómanos-, se pueden encontrar hallazgos sorprendentes y que encuentran parangón con la época actual: “el público de la literatura de entretenimiento es público reducido”. Esta sentencia, de halo juanramoniano, consiente varias interpretaciones, ya que las condiciones sociales en las que se encontraban los hombres del XVI o del XVII son distintas, en sustancia, a las actuales: precio del papel, condición económica, índices de analfabetismo muy elevados, etc. (Ya explicó Francisco Rico en El texto del Quijote cómo Cervantes era un tremendo buscador de papeluchos de toda índole para poder escribir su novela; no en vano no existe ni un solo punto y aparte en el manuscrito del Ingenioso Hidalgo, todo él es un continuo de oraciones seguidas). A continuación, se enuncia la siguiente sentencia del gran historiador Benassar en Valladolid en el siglo de oro: “la cultura que da, o que por lo menos afirma la práctica de los libros, sólo pertenece a una minoría […] las tres cuartas partes de los propietarios de libros son, pues, letrados, hidalgos o gente de Iglesia, son los únicos que tienen verdaderas bibliotecas”.
Cabría preguntarse varias cuestiones tras estas disquisiciones. Dejando a un lado los condicionantes que asolan sobre los siglos mencionados, ¿quién posee hoy una “verdadera biblioteca”, cuando justamente el problema económico para la adquisición de libros se ha salvado? ¿Por qué la lectura sigue perteneciendo a un grupo de lectores muy reducido si se tienen en cuenta la posibilidad económica y de alfabetización que mermaban a otras épocas?
El propio Chevalier hace acopio de la información que encierran las bibliotecas particulares más importantes como la de la reina Isabel (253 títulos), don Rodrigo de Mendoza (631), la del clérigo Joan Bonllavi (204), Fernando Colón, Fernando de Rojas (97), don Francisco de Zúñiga (251), don Fernando de Aragón (795), el obispo Juan Bernal Díaz de Luco, el arzobispo Carranza, Juan López Henríquez de Calatayud (76), Alonso de Santa Cruz, Juan de Mal Lara (75), Diego Hurtado de Mendoza (432), Alvar Gómez de Castro, el médico Barahona de Soto (425), Gonzalo Argote de Molina (49), pasando por la propia biblioteca del pintor Velázquez (154) o la del Inca Garcilaso de la Vega (188). Bibliotecas todas de eminencias (¿Isabel, Fernando?) en sus materias y disciplinas.
En referencia al acercamiento a los libros por medio de bibliotecas públicas o instituciones de labor parecida, dice Chevalier: “Existe otra limitación, de orden económico ésta, el precio de los libros. Recordemos que el Siglo de Oro es época en la cual no existen bibliotecas oficialmente abirtas al público, ni gabinetes de lectura ni novelas por entrega –realidades del siglo XIX en España, por lo menos”. Y me pregunto, ¿qué ocurre en estos tiempos en que las bibliotecas públicas proliferan por doquier, en que los Institutos y Centros de Enseñanza presentan libros gratuitamente a todos? ¿Cuáles son ahora los problemas, si el analfabetismo y la condición económica no son rémoras para el desarrollo de la lectura, si los jóvenes se encuentran matriculados obligatoriamente hasta los dieciséis años?
He querido traer a colación, quizás de forma sesgada, la trascendencia de la lectura y de los lectores de un país hace cuatro siglos. Las conclusiones son muy parecidas: la lectura sigue perteneciendo a una minoría. Antaño a la que profesaban el conocimiento, ahora a la estirpe en extinción de los que procuran alimento más allá de lo efímero. La condición de lector lleva implícito el marchamo inasible de la extrañeza, de la decoración de la vida por la letra. En esa extrañeza misma surge el rumor de la lectura como vida, de la vida lecturaria. Los que no leen quieren diluir la literatura en el sarcasmo de su maledicencia, quieren llevarla a otro terreno, pantanoso para que se ahogue. Cuando termine estas letras, si no antes, abriré un libro y seguiré leyendo. Quien lo probó lo sabe.

domingo, 16 de diciembre de 2007

LECTORES ÚLTIMOS

El último lector (Anagrama, 2005), de Ricardo Piglia, es una muestra auténtica de los caminos que está encontrando la literatura de nuestros días. Cercano a la concepción literaria de Cervantes, Vila-Matas, Musil, Kafka, Joyce y Borges, entre otros, intenta Piglia (y lo consigue) acompasar en la escritura la astucia del lector. Para ello lee como escribe, y escribe como lee. Nada más lejos de aquellos cazadores cazados, aquellos civilizados bárbaros. En esa extrañeza, Piglia ahonda, como lector, en las obras de sus autores fetiches (Kafka, Macedonio Fernández, Joyce, Borges, Gombrowicz) escribiendo como ellos. Comenta su lectura a través de la escritura literaria.
Hay libros que desbrozan los límites de los géneros literarios, pero hay otros que los aglutinan. Y El último lector es uno de ellos. Una recopilación de lecturas sagaces escritas al sesgo literario. Tal es así que incluso el estilo, la pretensión estética roza los mismos parámetros que elogia de los autores convocados en las páginas. Sufren sus líneas una suerte de metamorfosis que imita las cualidades de sus comentarios. Escribe sobre Kafka tal y como lee a Kafka.
“La literatura le da forma a la experiencia vivida, la constituye como tal y la anticipa.[…]La escritura es una cifra de la vida, condensa la experiencia y la hace posible. Por eso Kafka escribe un diario, para volver a leer las conexiones que no ha visto al vivir. Podríamos decir que escribe su Diario para leer desplazado el sentido en otro lugar. Sólo entiende lo que ha vivido, o lo que está por vivir, cuando está escrito. No se narra para recordar, sino para hacer ver. Para hacer visibles las conexiones, los gestos, los lugares, la disposición de los cuerpos. Escribe para que el otro lea el sentido nuevo que la narración ha producido en lo que ya se ha vivido. El otro debe leer la realidad tal cual él la experimenta”.
La inteligencia y la profundidad de Piglia se echa en falta en no pocos autores contemporáneos que entienden, más bien, que la literatura es cosa de analepsis y prolepsis utilizadas sin mayor pretensión que el efecto momentáneo de un guión cinematográfico. Sin embargo, rehúso idolatrar a esos autores en los que falta pensamiento y nueva propuesta literaria. No justifico con ello cualquier tipo de experimento o artilugio verbal, sino más bien estoy defendiendo la dificultad mayor de la literatura. En estos tiempos que corren, obras como las de Piglia cimbrean (por lo menos en mi persona) la necesidad de escribir una vez que hemos abandonado su lectura. Porque han conseguido que leamos de otra forma lo que habíamos leído, que vivamos como otra vida lo que hemos vivido. Entonces comprendo que hay libros para ser leídos, y otros para ser escritos. Este último lector de Piglia es un libro para ser escrito, como lo son Rayuela, de Cortázar o La realidad y el deseo, de Luis Cernuda.

jueves, 13 de diciembre de 2007

DESTINOS

Hay trabajos en los que se modifica el destino en función del pueblo o la ciudad en la que trabajes. No quiero decir con esto que tienes mejor destino si terminas trabajando en una gran ciudad, no es el caso, ni siquiera hay una relación directa entre los dos parámetros. Sin embargo, cuenta la sociedad su felicidad en relación al número de posesiones y al destino laboral que poseas. En este sentido, si tu carrera como trabajador tiene visos de concluir en la esquina de tu casa, (ojo, realmente la casa de tus padres, aunque la terminología lleve a equívoco) o eres un fabuloso domador de las situaciones más complicadas o bien has vendido tu alma al bueno de Satán, que tantos y tan buenos regalos deja desperdigados por doquier. Así que después de pensar -no lo suficiente, nunca es suficiente el pensamiento, no se agota, no tiene principio y fin- en lo que parece que me va a deparar el destino, creía necesario dejarle clara a mi conciencia qué es el destino.
Todo parece indicar que “el destino”, esa entelequia, no es uno. Desde la infancia, el discurrir del tiempo se va encargando de provocar “un deshacer” el destino, es decir, que lo que parecía un todo, unitario y cerrado, termina en un “absoluto hacerse continuamente”. Esto lo constato ahora que esta palabra se cruza en mi vida como una aparición nocturna. “El destino, ¿has pedido el destino?, expelen algunos. En este juego al que me han sometido, lo primero es un cambalache de palabras que encuentran significados singulares y, en todo caso, unívocos. Así la confusión no es posible, ya que “el destino” está asociado al código de un centro de trabajo que nunca quisiste escribir y que no sabes siquiera si escribiste; solicitas tu propio destino a instancias de que un grupo de elegidos seleccionen los papeles que forman tu currículum a fin de que le otorguen una puntuación. Sobre ella, sobre su cumbre, recaen todos los agüeros. ¡Terrible destino éste, en manos de demiurgos!
Así las cosas, no paro de reflexionar y de darle vueltas a esta situación. El destino entendido como la adquisición imaginaria de un espacio geográfico en donde vas a desarrollar tu trabajo junto a unos compañeros que existen bajo la tutela de la negrura del tiempo, esto es, de lo que ocurre sin que ocurra en tu vida sensible. Un hospedaje que se supone pasajero, pero que puede convertirse en la morada constante de tus alegatos más remotos a favor o en contra de la vida. Aunque, es cierto y emocionante que el abismo y lo imprevisible terminen por convertirse en visión cotidiana, que lo nunca ocurrido y existente para tus días, rellenen el total de tu fugaz tránsito por el mundo, o por lo que creíste que fue el mundo.

lunes, 10 de diciembre de 2007

ÍNDICES

Como componente del ramo, no me resisto a pronunciarme sobre los informes que todos los años se publican como índices de la situación de la educación en nuestro país. El panorama es triste y remotamente subsanable. Normalmente, en los informes se suele hacer hincapié en las “competencias básicas” que un ciudadano de la Unión Europea debiera poseer para no convertirse en un “analfabeto funcional”, como nominan a los que no las poseen. Pero quiero trasladar las siguientes reflexiones a un ámbito de mayor calado y de dimensiones más notables. Los problemas que se amontonan en un Instituto de Educación Secundaria no son más que la formación de un microcosmos que refleja, en buena medida, muchas de las costumbres que ocurren en la sociedad. Pongo por caso que la incapacidad para la ejecución de una operación matemática básica es fruto de la invasión de las tecnologías, que todo lo solucionan excepto hacer funcionar las mentes; el desconocimiento de la geografía española, europea y mundial es el resultado de métodos pedagógicos que ahondan en la negación de la “memorieta”; la falta de lectura, la incompetencia para elaborar un resumen o escribir una carta es la desembocadura del desprecio social hacia la cultura y las humanidades, etc. Sin embargo, ¿saben a quiénes culpan de que todo el sistema fracase y de que todos los males que circundan a la educación andaluza nos deje en evidencia? Ciertamente, los profesores. ¿Y piensan ustedes que esta reducción al absurdo es beneficiosa para alguien, para la sociedad?
¿De verdad creen que a los políticos les importa la formación de los jóvenes? ¿Piensan que pretenden un país formado en una sólida base científica y académica, capaz de competir con cualquier país de su calibre?
Pienso que todo esto es un buen índice, pero para medir los valores y la ética que mueve a un país. Un Estado que invierte en Educación, Sanidad y demás necesidades sociales es un buen índice para futuros gobernantes y ciudadanos. Pero en España no ocurre eso. No se lee porque nadie lee -ni los padres de los alumnos, ni los dirigentes políticos y, en muchos casos, ni los mismos profesores-. No vale como tal lo que no tiene una respuesta inmediata y material, lo que no reporta ganancia monetaria. Y evidentemente, la educación se termina diluyendo en el paso de los años; es un trabajo y una apuesta de largo aliento, de alcance que no podemos verificar con las manos. Pero el espíritu queda en las entrañas de la genética social. Así que aquí no se salva ni Dios (lo asesinaron) y todos estamos metidos en los índices, incluidos los primeros, los políticos. Aunque parezca que nada de esto tiene que ver con ellos. ¿Cuántos trabajadores van a su trabajo con el miedo en el cuerpo porque a un niño le puede dar por pegarte? ¿Cuántos van a trabajar con el inspector en la puerta? ¿Cuántos trabajan bajo las peores condiciones posibles y faltos de todo respaldo por las instituciones?
¿Cuántos ven a los padres, con cara amenazante, obligándote a que apruebes al hijo, que tiene un BMW en la puerta?

martes, 4 de diciembre de 2007

LECCIÓN ÉTICA

A CONTINUACIÓN, me limito a transcribir algunos de los fragmentos que nos han llegado de Demócrito en referencia a la ética y que me han provocado mayor gozo en su reflexión. Así los dejo, desnudos, sin glosa.
B 189. Lo mejor para el hombre es conducir hasta el final su vida lo más con buen ánimo y lo menos afigido. Y esto ocurre si uno no hace consistir el placer en lo perecedero.
B 247. Para el hombre sabio toda la tierra es accesible; pues del alma buena es patria todo el cosmos.

jueves, 29 de noviembre de 2007

PREMIO CERVANTES

ES TRISTE que la obra de un poeta, de un buen poeta, quede ensombrecida por la costura de un premio que cada vez es más nocivo, el premio Cervantes. Yo sabía que el premio se lo iban a dar a Juan Gelman, poeta que admiro, por otro lado, y que ya había recibido el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, entre otros tantos. Y lo sabía porque el propio Gamoneda, el ganador del año pasado, tenía en el entrecejo que así fuera; porque ciertos escribidores de malos versos en el poder así lo querían, y, en definitiva, porque así ha sido. Aunque, como el protocolo estipula, enhorabuena señor Gelman.
“¡el mundo se detuvo para oír tus caballos!/
¡Y nos descuartizás entre la furia y la humildad!/
¡por tu mercado pasa u párpado bruñido!/
¡hay que cerrar tu boca!/
¡sus callejones de menina!/
¡ahorquen al orlado de disculpas!/
¡corran la pascua de su combustión!/
¡adelante/universo!/
¡faltaba más!/
ANUNCIACIONES, JUAN GELMAN

ARTÍCULOS

Hoy vamos a ser claros. Es difícil (y obsceno) escribir, máxime cuando se tiene que cumplir semanalmente y en un semanario local. Escribir es difícil, aunque se publiquen más libros que nunca, y todas esas milongas. Muy difícil, cada vez más. Sin embargo, se piensa que el artículo de periódico tiene que cumplir con las tullidas expectativas del día a día, de la frescura caduca de los acontecimientos. Por ello, cada uno, con su estilo, sus influencias, sus inclinaciones, etc. empieza a criar una idea que hable acerca de un problema actual. Incluso algunos opinan que los artículos tienen que ser claros, sencillos, y cercanos a los lectores.
Están muy bien esas opiniones que algunos lanzan como dardos certeros. Toda opinión es digna de consideración, pero también tiene uno la necesidad de dejar a las claras cuáles son las suyas. El que escribe, normalmente, intenta opinar a pelo, en seco, sin más pretensión lingüística y estética que la cercanía a unas siglas políticas u otras. Y es esta circunstancia la que más se aleja de mis pretensiones. En este sentido, se alternan los articulistas que son voceros de siglas políticas, los que hacen de sus vanaglorias una historia personal del fracaso, los que se atreven a sentar la cátedra absoluta de la verdad, los que persiguen los ideales religiosos como posesos de lo bueno, los que vierten en sus artículos la incapacidad de sus entendederas, los que viven de la renta, es decir, los que fueron y ya no son, los que leen un libro y se piensan sabios, los que no han leído en su vida, los que andan mostrando al vulgo sus saberes acumulados y los que desde la taberna pretenden la eternidad, etc.
Hay semanas en las que el articulista se siente como un niño con su caja de juguetes, por mucho que rebusque siempre tiene los mismos. Así el articulista, por mucho que rebusque e indague siempre terminan acercándose a sus demonios personales, las constantes de su prosa. Y entonces, cuando se poseen dos o tres o cuatro temas, no más, con Borges, entonces, digo, se tiene que hurgar en las entrañas de esos temas hasta sobrepasar los límites que lo prefiguran. Y eso se consigue con la lengua, se trabaja con la idea y se aúna en la escritura. Por lo tanto, cuando hablan de que el articulista es claro y sencillo no sé bien a qué se están refiriendo, si a que sus ideas son endebles o a que su prosa es débil y pobre. Los grandes del periódico son los que con sus temas hicieron una forma de escribirlos.

miércoles, 28 de noviembre de 2007

LA BRÚJULA DE JAVIER MARÍAS.

Gracias a las orientaciones de Javier Marías llegué hace poco a un libro magnífico. Maestros Antiguos, de Thomas Bernhard, es una novela que desarrolla gran parte del núcleo temático de Bernhard. Si uno lee afinando el oído al asomarse a alguna de sus páginas, rara vez no se encuentra con pasajes que bien pudiéramos insertar en una de las novelas de Marías.
"Todo lo que se dice se revela a la corta como absurdo, pero, si lo decimos convincentemente, con la más increíble vehemencia de que somos capaces, no es al fin y al cabo un crimen, dijo. Lo que pensamos lo que queremos decir también, dijo Reger, y en el fondo no descansamos hasta haberlo dicho; si nos lo callamos nos asfixia. Unas veces somos artistas de las palabras, otras artistas del silencio, y perfeccionamos ese arte al máximo, dijo, nuestra vida es precisamente interesante en la medida en que hemos podido desarrollar tanto nuestro arte de la palabra como nuestro arte del silencio".
(Ilustración, Thomas Bernhard)

domingo, 25 de noviembre de 2007

FRANCISCO ISIDORO ACEVEDO

Imaginé que el ciego estaba sentado en la misma esquina donde acostumbraba a verlo, la esquina rosada. Estuve recordando, al mismo tiempo, la última conversación a la que me sometió, porque hablar con él era una experiencia para los límites. Los límites, digo, de la memoria y sus satélites. El recuerdo, el olvido. El ciego lanzaba unas peroratas sobre la mesa, unas charlas que duraban el tiempo de unas cervezas frías. Tres o cuatro bien mantenidas.
La esquina, rosada, en donde lo veía sentado como un rey sin reino, coincidía con la plaza del pueblo: la Plaza del Cabildo y la biblioteca. En ese ángulo, hablábamos por espacio de horas que invadían como termitas la duración de los sábados. Era tan emocionante, el ciego. Tan deslumbrante en sus comentarios y glosas, en su verbo recordando las palabras y anécdotas de su compadre Macedonio. Era capaz de recordar de memoria una cantidad de versos inimaginables para el común de los ciudadanos. Era un prodigio de la espontaneidad, un adulador de los instantes.
Con él, en esa esquina, rosada, junto a la biblioteca y la plaza del pueblo, lo aprendí casi todo sobre libros y sobre los humanos. Curiosa coincidencia, sentados en una plaza, junto a una biblioteca. Humanos y libros. Con él, repito, aprendí a mirar con otras intenciones, con la pátina con que se pretende asir lo desconocido. Para ser sinceros, no poseía una locuacidad desorbitante, más bien, era la exactitud lo que abrigaba su discurso. Medía los adjetivos como su estuviera dictando alguno de sus cuentos; disponía la historia hasta desgranarla de la repetición y la vacuidad. Todo lo que contaba parecía pertenecer a un plan superior, a unas intenciones literarias. Todo él era literatura.
Este sábado no estuvo sentado en la esquina, rosada. Me sorprendió su ausencia, ya que durante muchos meses hemos estado conversando sin fin acerca de los hombres, su destino y algunos escritores mal leídos. Para él, existía un distrito, el sur, en que cabía la fundición entre la vida y la ficción, entre lo imaginado y lo imaginable. El sur, hablaba con tanto fervor sobre sus arrabales que un día le pregunté cómo podríamos viajar hasta allí, hasta ese territorio al que se refería a menudo. De repente, cayó un trozo de pan sobre la mesa. El tipo tenía pinta de esos antiguos payadores argentinos de la pampa, de gaucho matrero. El viejo se levantó, auspiciado por la fuerza de un tigre, dejó caer su mano sobre mi cabeza suavemente, como si acariciara a un gato. Me dijo algo al oído, algo así como un verso. No olvidé nunca aquella música en sus labios, ni el sosiego con que afrontó la disputa, siento que si hubiera podido elegir o soñar mi muerte, ésta es la muerte que hubiera elegido o soñado.
(Ilustración, grabado de Piranesi)

jueves, 22 de noviembre de 2007

MURMULLOS

RECIÉN terminados los párrafos de Notas sobre Macedonio en un Diario, de Ricardo Piglia en Formas Breves, comencé a escribir debajo del título de la siguiente brevedad que me disponía a leer: Un cadáver sobre la ciudad. Pensé, por unos momentos, sobre qué tipo de relato se extendía en aquellas páginas, qué estilo, qué ideas, qué literatura. Un cadáver. Sobre la ciudad.
La tarde anterior, había experimentado algo parecido a lo que Bretón denominó “azar selectivo”. Un encuentro, en definitiva, con situaciones que jamás formaron parte de mis más remotas previsiones. Orillé por las librerías revisando aquellos títulos y autores con que pretendía colmar mi biblioteca. Hojeé a Rimbaud, Benet, Piglia, T. W. Adorno, T. Mann, M. Schwob. Me arriesgué a leer, como de costumbre, los primeros párrafos de cada uno de los libros. Concluí sin comprar ninguno, excepto Doctor Faustus, de T. Mann.
Cuando finalicé aquella inspección literaria, subí por las escaleras que conducen hasta la segunda planta, filosofía. Tuve suerte, eso sí lo recuerdo, por orden alfabético T. W. Adorno se encontraba fácilmente. Imantado por el título, Sobre la música, rescaté el pequeño volumen. Era un libro idóneo para los viajes en tren al trabajo.
Al salir de la librería, caí en la cuenta de que tenía dos libros complementarios, uno de Mann y otro de Adorno; literatura que aspira a la condición inasible de la música, teoría sobre el ejercicio musical y sus relaciones con las demás artes, sonido y silencio.
Al día siguiente, no encontré mejor remedio para la purga de literatura que los Cuartetos de cuerda de Beethoven (modelo insuperable de escritura). Continué, sin embargo, con el libro que había dejado pendiente. Me encontraba más descansado y muy cómodo con Respiración artificial de Ricardo Piglia. Lo más importante en literatura nunca debe ser nombrado, leía yo que le decía Marconi a Tardewski, personajes ficticios. Lo más importante debe ser siempre pensado, propuse para mis adentros cuando cerré el libro al concentrarme en esa oración.
Esta mañana, descansaban los volúmenes sobre la balda maciza del estante. Los dejé aún en espera, como si lo más importante que tuvieran que decirme aún necesitara del silencio de mis retinas. A continuación, en unas páginas más adelante de Formas Breves leí lo que sigue, “cada vez que escucho los Cuartetos de cuerda de Beethoven, repitió Marconi[…] pienso: daría diez años de mi vida por llegar a escribir algo que sonara, al leerse, como los cuartetos de Beethoven. ¿Usted ha leído el Doctor Faustus? Me preguntó Marconi. No, le contesté, no me gusta Mann, prefiero a Kafka, pero he leído los ensayos sobre música de Adorno”.
Cerré el libro y los ojos. Mi estupor era de una especie irreconocible. Encendí el reproductor musical y dejé que la escritura, las citas reunidas y los murmullos de Beethoven me enseñaran a no decir más. Lo importante no debe decirse nunca en literatura. Brotó el silencio como la lección de las palabras. Entendí, sin decirlo, que todo intento de capturar en una idea lo que había ocurrido era un esfuerzo innecesario, un producto de la tonalidad y la respiración artificial a la que la vida me tiene acostumbrado.

LECTURAS DIARIAS

"Proust sentía que estaba condenado a ser el 'yo' de la ficción que había creado. En el Quijote es como si el 'yo' de la ficción estuviera condenado a ser Cervantes. Sancho y don Quijote comparados con el doctor Jekyll y el señor Hyde. Nicholas Rankin, en su admirable libro de viaje Dead man´s Chest, hace la siguiente observación:'Quizá no sea un accidente que la letra del alfabeto entre la H de Hyde y la J de Jekyll sea la 'I' de 'yo' en inglés".
DIARIOS DE LECTURAS, ALBERTO MANGUEL

miércoles, 21 de noviembre de 2007

BREVES, LAS FORMAS

CONCLUIDA la lectura de Respiración Artificial (y aún hipnotizado por la versatilidad narrativa, la introspección metaliterarira y las bifurcaciones que conducen a la crítica y a la ficción de orden policial), tuve la curiosidad de leer Formas breves, que dormía en los estantes. Deslumbrante. Mejorada condensación de la idea literaria de Ricardo Piglia. La impresión es parecida a estar en un quirófano donde el paciente es la propia literatura. No merece el libro que se subraye alguna parte, son un todo orgánico. Sin embargo, las cumbres de este accidente literario es Notas sobre Macedonio en un diario y Nuevas tesis sobre el cuento. He aprendido que la literatura iguala lo que existe con lo que se anuncia y todavía no es. Con las pinzas extraigo lo siguiente.
"El arte de narrar se funda en la lectura equivocada de los signos. Como las artes adivinatorias, la narración descubre un mundo olvidado en unas huellas que encierran el secreto del porvenir.
El arte de narrar es el arte de la percepción errada y de la distorsión. El relato avanza siguiendo un plan férreo e incomprensible y recién al final surge en el horizonte la visión de una realidad desconocida: el final hace ver un sentido secreto que estaba cifrado y como ausente en la sucesión clara de los hechos".
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"El arte de narrar es un arte de la duplicación; es el arte de presentir lo inesperado; de saber esperar lo que viene, nítido, invisible, como la silueta de una mariposa contra la tela vacía".


domingo, 18 de noviembre de 2007

AVENTURAS CIDINAS

Tenemos los filólogos -y lectores todos- un motivo de alegría para estos tiempos de desencanto humanista. Se acaba de publicar una inconmensurable edición del Cantar de Mio Cid. El hercúleo trabajo ha corrido a cargo de Alberto Montaner quien se ha valido de las últimas técnicas informáticas para descifrar aquellos pasajes que aún habían quedado ilegibles. Se trata de un compendio filológico de todas las propuestas de lecturas del afamado cantar de gesta. No en vano, el volumen lo completan más de ochocientas páginas repletas de variantes, notas, estudios e índice necesarios para una obra tan vasta. La editorial Crítica ha cumplido de nuevo con las expectativas; así como el estudio preliminar de Francisco Rico (una nueva ricada).

viernes, 16 de noviembre de 2007

IGNORANCIA ÓRFICA

UNO de los temas que se repite en este trópico es la música. La música es una mesnada del ocultamiento; como la noche, resguardo para las extrañezas. No pretendo reseñar los libros que sobre ella dedicó San Agustín -publicados ahora en Gredos-, ni atender a la correspondencia entre Adorno y Thomas Mann en que se rinde cuenta de las filiaciones entre la música y las artes; así como no voy a desarrollar los puntales del magnífico monográfico de Eugenio Trías. Por desgracia, cuando escribo sobre el desarrollo de la música en esta ciudad es para atestiguar la continuación de la catástrofe a la que tienen sumida a la Banda de Música Julián Cerdán y, ahora también, a la Escuela (Municipal, sería un improperio) de Música.
Triste es la historia que surge de la relación entre los distintos ayuntamientos y la Banda de Música. En este sentido, seguimos hilvanando las mismas incomposturas, la dejadez en el desarrollo de la educación musical y el menosprecio de los políticos por insensibles. En no pocas ocasiones he dejado entrever que los políticos no pueden atender a las artes, por insensibles e incapacitados para la tarea de marras. No pretendo expulsar a nadie de esta república bananera de las artes en que se ha convertido Sanlúcar, sólo señalar que el Ayuntamiento apoya a sus condiscípulos y allegados, buhoneros de los presupuestos locales y truhanes de la sinvergonzonería, aun dejando a otros en las tierras de pampa de los desterrados. No es nueva esta historia, es circular y eterna, por filosófica.
No es concebible que una ciudad con este número de habitantes y con los presupuestos que obtiene deje a un lado a una entidad que magnifica las herramientas culturales a lo más alto. Pocas entidades han sobrevivido con la gallardía de la Banda de Música y menos aún han soliviantado el repetido dos por cuatro de la política sanluqueña. Parece que estuvieran invocados por una tonalidad menor que los desvela y desabastece de la capacidad para solventar este problema.
Una Escuela de Música es un Liceo de las almas, un abono extemporáneo para los futuros conciudadanos de una ciudad que pretende evolucionar. Pero, obviamente, la evolución consiste en el número de farolas que alumbren las entendederas, no en la iluminación con que irrumpe un acorde en el espíritu. Poco importa eso, pero por desconocimiento. Una Escuela de Música hace posible que un número de individuos obtengan otros hábitos distintos a la chabacanería, y con ello, a un mejor y ponderado desarrollo de una sociedad. La noche responde siempre como una respiración artificial. En ella se consiente las extrañezas de lo oculto, la naturaleza órfica de los días. Pero todo esto es papilla de la bélica ignorancia de los gobernantes.

martes, 13 de noviembre de 2007

EN TIERRA, EN POLVO, EN SOMBRA...

Traigo un subrayado de lectura excitante. Se trata de un fragmento de Heráclito y de un comentario de la magnífica Historia de la Filosofía, de Martínez Marzoa. La propuesta es que el fragmento resuene tras su lectura hasta en los tuétanos; que divaguemos por las palabras como si de un surco en inicio se tratase; que inventemos, de nuevo, un significado nonato para nuestras mentes; que se produzca el principio de conocimiento que se arranque de sí mismo, que permita revelar los límites de lo ilimitado, dilucidar en qué consite que algo sea.


B 124. "El sol es nuevo cada día" (Heráclito)

"El kosmos es orden, reparto, a cada cosa su lugar. El orden mismo, que es el logos, no está ordenado con arreglo a nada, no es orden con arreglo a algún criterio distinto de él mismo; es porque sí; por lo tanto, es en definitiva azar. Como el ser no es esto, ni aquello, ni lo de más allá (ni se explica por esto, aquello o lo más allá), como no es nada, es en definitiva eso: nada. La presencia es en definitiva no-presencia." (Martínez Marzoa). Estamos ante el conjunto de palabras que dio inicio a la posterior introspección en el ser y su desembocadura en la nada de M. Heidegger.

ARTIFICIOS RESPIRATORIOS


"¿Y qué es en definitiva la biografía de un escritor sino la historia de las transformaciones de su estilo? ¿ Qué otra cosa, salvo esas modulaciones, se podría encontrar en el final de ese trayecto?"
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"Tardewski dice que la naturaleza ya no existe sino en los sueños. Sólo se hace notar, dice, la naturaleza, bajo las formas de la catástrofe o se manifiesta en la lírica. Todo lo que nos rodea, dice, es artificial: lleva las señas del hombre."
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"Tardewski citando Kant: La paloma que siente la resistencia del aire piensa que podría volar mejor en el vacío."

RESPIRACIÓN ARTIFICIAL, RICARDO PIGLIA
(Cuadro de Frans Hals [1584- 1666], citado de continuo en la novela)

martes, 6 de noviembre de 2007

OXIDACIONES

PARA los sábados, cuando llego a Sanlúcar, guardo la costumbre de pasear por la mañana y por el centro del pueblo. Atravieso sus céntricas callejuelas con la intención de perderme, siempre en buena compañía, por una esquina, revuelta o callejón desterrado de mi memoria. Cuando termino esta inspección aureolada de sensaciones añejas, me hospedo a la ligera en un bar situado en la esquina que está enfrente de una librería, de una biblioteca, de la Plaza del Cabildo y de la extensión de la calle Ancha hasta donde se funde con la calle San Juan. Puede decirse, a todo esto, que quizás lo imagino así, poco importa. Previamente, he comprado una tira de periódicos –entre ello este que lees ahora al mismo tiempo que yo- para que el ejercicio de observación se desarrolle con todas las garantías (en ocasiones, la realidad se convierte en un epitafio burdo de la costumbre, y encuentro en la prensa la suficiente motivación paralela para proseguir el curso de los días). Dependiendo de la hora a la que llegue, pido un café –en pocas ocasiones un café-, una tónica o una cerveza. Ya con la cerveza en la mano comienzan a producirse los desencuentros a los que tengo acostumbrada a mi memoria. El ritual es bastante monótono en su discurrir: observo con las sentencias del tiempo, conjugo los amarres del pasado y los interinos azares del futuro, porque el futuro en su esencia sólo puede ser azar.
Algunas veces veo a compañeros del colegio que se han convertido en nobles padres de familia, con la tripa aumentada y la vista perdida en la hipoteca sofocante; compañeras de afición, como la música, que han cambiado la pareja antigua (el verbo cambiar es endeble y, quizás, soez), esa que ya formaba parte de su atmósfera visual; antiguos profesores entregados a las vicisitudes hogareñas que arrastran un carro de la compra y que al verme desvían la mirada para no atestiguar el paso del carrusel de los días. Mientras tanto, como si la suma de varias cervezas provocara cierto estupor etílico, devengo en divagaciones sobre la más evidente de las antropologías y todas las miradas se van estrechando hasta la mesa en la que dejo reposar el vaso.
Por último, como el espejismo que el deshielo ha dejado sobre la superficie de la mesa, la observación se detiene en mí mismo. Abismo, exploración, extraña forma de vida. Con el escarpelo de las diferencias principio la búsqueda de mi orden en el cosmos de todos esos datos que he recogido con esmero; a fin de agradecer a los observados la ayuda prestada, brindo por ellos, detengo mi copa en alto y sonrío levemente. Me han demostrado que la virtud de la constancia es la utopía de la indiferencia, los deseos del pasado pura entelequia de los sentidos; nada es entre el fue y el será; la vida oxidada es la materia de la ficción.

domingo, 4 de noviembre de 2007

ESTRAPERLO

Hay una serie de temas que son constantes en las sobremesas, cuando los comensales han adquirido la confianza del encuentro y el alcohol ha abierto las compuertas de la palabra. De esta forma, la época de la posguerra española se convierte en un paradigma de desventuras y anécdotas que les vale a los que la vivieron para enriquecer el postre con los fantasmas del pasado. Así el recuerdo empieza a fermentar sobre la memoria y se mezcla el abuelo muerto con el hermano desaparecido, la tía nonagenaria con las costumbres del alcalde de turno. Uno de esos temas es el estraperlo. ¿Qué nos dice el Diccionario panhispánico de dudas?
Estraperlo. “Comercio ilegal de artículos intervenidos por el Estado”. Procede del acrónimo Straperlo, nombre de un juego de azar fraudulento que intentaron introducir en España en 1935 dos individuos llamados Strauss y Perlo. Hoy no debe usarse la forma etimológica *straperlo. Es incorrecta la grafía *extraperlo, ya que el prefijo extra- nada tiene que ver en la formación de esta palabra.

jueves, 1 de noviembre de 2007

COMPUESTOS DEL HOMBRE

Rescatar las vidas pasadas es como tomar un terrón de albariza en las manos. Tan solo al sostenerlo la arena comienza a perder la forma, a desarenarse entre los dedos, a precipitar su sustancia en mero componente imposible de volver a su concierto. De manera que si intentamos rescatar la memoria a través de una legislación, no haremos más que comprobar que los recuerdos son meras insinuaciones, imágenes precipitadas al abismo de lo inmediato. Es decir, los recuerdos configuran ese estadio de las imágenes que pretendemos alzar a verdad, cuando en pocos casos concretamos sus asideros verosímiles. Estipulamos, incluso, una pretensión de Bien y Verdad para esos recuerdos que hierven en la memoria. En este respecto, la literatura ha esclarecido que la biografía es un sucedáneo de la ficción o, más bien, que la ficción es el envés de la biografía.
Si beatifican la muerte de una serie de religiosos están dividiendo la memoria en dos mitades irreconciliables e innecesariamente sesgadas. La impronta que la religión católica está inyectando en sus actuaciones se acerca, cada vez más, a un fundamentalismo rayano en la costumbre de las sociedades arcaicas. Un chamán desde el Vaticano estipula que sus muertes son más importantes y significativas que cualquier otra por la simple razón de que son religiosos, esto es, poseen una creencia. Pero una creencia dirigida e impuesta, en la que no cabe ningún tipo de discrepancia so pena de ser extraviado de la verdad. De siempre, la religión se cree en posesión de una Verdad universal que siquiera conocen o , así parece, no hacen el intento de ir en su busca; parten, más bien, de la seguridad de encontrarse en ella. Es un mal endémico de estos tiempos defender las verdades, es un síntoma de sinrazón y mentalidad obstruida por la soberbia humana.
En este sentido, se está iniciando una reconciliación con tiempos pasados en que “tiempo” y “pasado” no son términos convenidos por los ciudadanos, sino que se proyecta una propuesta “política” muy apegada a una manera de entenderla, entre otras posibles. Es denigrante que el “pasado” quede resumido y macerado a la manera que la visión de una entidad política o religiosa proponga. ¿Acaso murieron, unos y otros, todos, en defensa de alguna institución; no fueron las instituciones y entes ideológicos quienes arrojaron al campo la dignidad, la honra ya enervada de campesinos, trabajadores y libre andantes por causas inocuas a sus vidas?
En estos ajustes de cuentas, en estos restablecimientos “legales” o “espirituales” con otros tiempos poco importa el conocimiento de la Historia; así que mientras unos revisen los acontecimientos estableciendo leyes de memoria y otros beatifiquen en sus sedes, sigamos leyendo, escuchando a familiares y buscando el surco que conduce a una verdad de la que sólo sabemos cómo acercarnos, palparla u olisquearla. No se impone el pasado a los hombres como tampoco se debe imponer el futuro, es decir, la visión de ambos compuestos del hombre.

miércoles, 31 de octubre de 2007

SENTENCIA

Para todos los "tropiqueros" que deseen leer los fundamentos y el fallo del tribunal, así como la sentencia directamente, sin ninguna previsión mediática pinchen aquí. Encontrarás el documento completo; el fallo se encuentra en las últimas páginas, merece la pena despejar con claridad las dudas con las que se ha ido minando el proceso. A todos los "mochileros", "dinamiteros" y demás "conspiradores" proetarras, lean, por favor.

martes, 30 de octubre de 2007

GENIOS


"A mi juicio, el genio es idiosincrásico y enormemente arbitrario y, en últimas, solitario. Es posible que un contemporáneo de Dante haya tenido exactamente la misma relación con la tradición y la misma educación y haya sentido un amor similar por otra Beatriz, pero sólo Dante escribió la Comedia".

GENIOS, HAROLD BLOOM

lunes, 29 de octubre de 2007

IBÉRICO



Puestos a buscar símbolos, banderas, himnos o universales para una identidad que hierve todavía como un puchero, más vale que, mientras tanto y, por si acaso, ajustemos cuentas con el buche lleno. ¿Quién se une a esta bandera al gusto; tapa o ración?

jueves, 25 de octubre de 2007

SOMBREADOS

Justo cuando coinciden el profesor y el antiguo alumno, ocurre en El Conformista una de las lecciones de filosofía que el cine guarda con orgullo. Los planos, la luz, el atardecer perdiendo fuerza y el juego de ventanas acompañan el diálogo que mantienen el antiguo pupilo y el avejentado maestro. En esta película, Bertolucci, versionando a Alberto Moravia, dejó claro que la fuerza inventiva es cosa de luces y sombras. En todo caso, encuentro en el camino del conocimiento.
Por cierto, la escena es tan prodigiosa que hasta Emilio Lledó la rescata en La memoria del Logos cuando diserta sobre el mismo Platón. ¡Vale, fue Lledó quien me delató su existencia y me sacó de mi caverna!

¿OTRA VEZ YO?

Llevo demasiado tiempo sin cumplir con las expectativas que se le presuponen a un columnista de pueblo. No analizo los acontecimientos que ocurren en la rúa; no atiendo a los desastres urbanísticos que se precipitan sobre una ciudad que pronto será ceniza y hormigón; no me pronuncio sobre los casos personales de políticos emboscados en la justicia; y, para colmo, en lugar de acercarme objetivamente a los hechos que gravitan en Sanlúcar, me dedico a rastrear por sus librerías, cafés, bares y playas. En todo caso (he de decirlo, pues no me aguanto más) es eso lo que quiero escribir.
No piensen que intento desfajarme después de más de dos años colaborando en este semanario. Tan solo debo dejar a las claras que me adiestro en el ejercicio de la memoria. Porque todo lo que suelo escribir cada semana, no es más que los despojos memorísticos e ilusorios de una tierra que penetró en mi infancia y me otorgó una educación sentimental. El problema es que la infancia, a pesar de sus halos míticos y verdiales fabuladores, no deja de ser un rastro en el agua del tiempo ocurrido. No sé, sinceramente, si mi infancia transcurrió siquiera por allí. Incluso en ocasiones dudo -a no ser que mis padres, amigos o compañeros de todo pelaje me atosiguen con el patrónimo- del carácter de pertenencia que le damos a las ciudades en las que uno nació. Si ese es el hilo umbilical que nos une a los pueblos y al carné de identidad, no me parece justo ni equilibrado volcar toda la responsabilidad de tu persona en un único territorio.
Los escritores se inventan territorios míticos para poder ejecutar con más solvencia literaria sus ínfulas narrativas. Se valen de la mezcla que surge al mixturar vida, memoria, verdad y ficción. Para ello necesitan, como he dicho otras veces, la amplitud óptica de la lejanía y la distancia. Esta perspectiva, que se da en mi caso, nimba de cierta oquedad retrospectiva la visión cerrada y repetida de los ciudadanos que viven diariamente allí. Así que, en última instancia, cuando profundizo con exageración lírica y prosa perlada de arabescos innecesarios, quiero ofrecer el aroma de la visión atrofiada por la nebulosa del recuerdo, la mirilla de los arrabales de la cotidianidad y, en todo caso, el humo funambulesco del fumeteo que me traigo solo en el trópico. ¿Una calada?
(Ilustración: El estudio, Johannes Vermeer 1632-1675)

domingo, 21 de octubre de 2007

HABLADURÍAS

Acabo de levantarme y he llegado a la escritura imantado por una suerte de necesario arbitrio o de repentina dialéctica con las conversaciones que mantuve ayer por la noche en la intimidad. Las palabras no terminaron de evocar todo lo que quisieron presentarme y se han ido revolcando por el fango de mis sueños como un animalillo enloquecido, burlón y, ahora, pendenciero.
Hacía tiempo que quería escribir sobre esta necesidad de no escribir opiniones que, con más fuerza, cada día, me persigue y modifica. Porque las opiniones no dejan de sobar las ideas como saqueadoras de tesoros inencontrables. Hasta el hartazgo estoy de leer en los periódicos a los colaboradores mesiánicos que pretenden sentenciar con sus columnas la verdad de las relaciones políticas y, en algún caso, los modelos de vida social; a los voceros de la conciencia general que en las emisoras de radio instigan a los escuchantes a hacer la digestión con sus ideas a riesgo del empacho; a los viandantes que sin escrúpulos hablan a viva voz en los trenes, las cafeterías y supermercados apuntalando las conductas que todos deberíamos llevar, las ideas que todos tendríamos que elucubrar y las palabras que debieran envolvernos, cada mañana, en esa porción inasible de la realidad. Nunca nadie deja de decir lo que opina aun a pesar de su puro desconocimiento sobre el tema en cuestión.
Dado el caso, ya solo me queda –y aspiro, sobre todo- escribir sin opinión. No creo que mi opinión merezca aparecer en un soporte como un periódico semanal o, tan siquiera, en la página de una bitácora que visitan mis allegados. No creo en la letra que surge de una opinión, no me agrada escribir con la finalidad de intentar convencer a nadie. Al final son melodías insonoras que pasan al olvido, que terminan cuando son leídas en el acto y que no van más allá de la especulación. Esto, sinceramente, no me interesa en un punto. Me importa la ficción, la capacidad de conectar con el sustrato eterno que nos aproxima como especie para que así queden resonando las palabras hasta el finito día de la muerte, para que la opinión se convierta en alumbramiento que no necesariamente tiene que ser una verdad, sino que sólo aspira a dirimir en la conciencia el boceto que nos llega de nuestras vidas. Ése es el terreno que me importa, la ficción y sus arrabales más inexplorados, donde podamos encontrar de la mano –escritor, lector- esos ángulos muertos que la mera opinión nunca desgajará de sus potenciales argumentos.
Dice Muñoz Molina que no le apetece escribir con una opinión fija, que no pretende macerar sus artículos con el fin último de mover las visiones que se ofrecen sobre los asuntos más inmediatos, porque en la opinión va una porción de la realidad que no controlamos y que, como tal, merece la sospecha de no ser definitiva. El hombre es un demiurgo de las contrariedades, sólo puede vislumbrar un hueco de luz en su camino a la sustancia que lo compone y que le traza su naturaleza. Muñoz Molina prefiere el reportaje, el artículo escrito desde la escritura y no desde unos supuestos o intenciones partidistas o dictados de grupos de información o de simplemente, convicciones políticas que terminan atrofiando el alumbramiento de una conclusión necesaria para el conocimiento.
Creo en la dialéctica como método que deviene al trayecto de las verdades, pero una dialéctica en que los interlocutores sean responsables tanto de sus pareceres más conspicuos y evidentes como de aquellos a los que asoman por vez primera. No va en la opinión un tratado de filosofía cerrado, una hermenéutica de las cotidianidades, sino la respuesta análoga que se sustrae de la palabra. Justo ahí, en el seno de las palabras jamás dispuestas de esa forma, quisiera acomodarme y escuchar la flauta de Pan que dicte la costura de estas letras, generar un arte de la fuga que remiende las fisuras de lo que nunca se dijo y quedó en la memoria, de aquellos retazos del pasado que ya no nos pertenecen sólo a nosotros como individuos y de los que rescatamos, acaso, la mera insinuación abocetada de lo que es el hombre.

jueves, 18 de octubre de 2007

REGIONES

Comenzó como un brote de sarpullidos acompañados de una fuerte picazón por todo el cuerpo y terminó, la experiencia digo, como un carrusel de melancolías aunadas por la debilidad del hombre.
La reacción fue inmediata, supuse por la ligereza con que se propagó. Así que no tuve más remedio que salir del piso, dejar la biblioteca a solas, desacompañar a mis papeles de entonces y, por supuesto, abandonar la lectura que de un tiempo a esta parte vengo digiriendo. Siguieron las erupciones cutáneas propalando por mi epidermis la extraña sensación de una metamorfosis en vivo, de una transmutación de mi cuerpo a algo parecido a la piel de un reptil. Por unos instantes parecía que me estuviera invadiendo una posesión zoológica que no dejaba que mi cuerpo funcionara como es debido, ni que mi cabeza siguiera razonando como era costumbre. Una vez en el hospital, pude apreciar las erupciones que la muerte aguarda para nosotros: gente enferma y pálida como un saludo final. Sin embargo, y en la sala de espera, no paró de resonar en mis adentros las líneas que ratos antes había leído de Juan Benet en Volverás a Región. Recordé con una claridad meridiana las descripciones de esos páramos, veredas o cañadas reales inundados del solipsismo más tozudo y de una frigidez oceánica. Aún no logro recordar por qué aparecieron las líneas de ese libro en esos momentos, pero creo que rápidamente intenté atestiguar su presencia y relacionarlas conmigo dado el cambio de región en mi piel. Obviamente, no pienso que volver a la región que se dibujó en mis cueros sea una idea clarificadora, pero motivado por ello, comencé a contar el número de sarpullidos con la intención de encontrar un paralelismo entre “Región” y mi región efímera.
El esfuerzo fue en vano. Me aburrí pronto en la tarea, sobre todo porque era difícil mantener la concentración en esos estados febriles y, sobre todo, porque tampoco había hecho acopio de los lugares o veredas de la región benetiana. No era posible la comparación.
A pesar de la imposibilidad, del posterior pinchazo de la enfermera en mi trasero, el mareo repentino, la pastilla apaciguadora y la entrevista con el doctor, logré encontrar en esa suerte de analogía un alumbramiento. Supuse que si en un futuro me volviesen a brotar esas malditas erupciones cutáneas no lo harían por los mismos sitios y adquiriendo las mismas formas. A Región tampoco vuelve uno de la misma manera y por los mismos caminos. “Es cierto, el viajero que saliendo de Región pretende llegar a su sierra siguiendo el antiguo camino real – porque el moderno dejó de serlo- se ve obligado a atravesar un pequeño y elevado desierto que parece interminable”. Entendí que Benet nunca estuvo en Región y que ésta es solo producto de la ficción. Mis erupciones desaparecieron, ¿acaso no lo son, ficción digo, ahora en la memoria?
INFORMACIÓN SANLÚCAR (semanario) 20/X/2007
Ilustración, La memoria de Magritte

miércoles, 17 de octubre de 2007

BENETIANAS

"[...]apenas duermen y que - sin salir del refugio- lo oyen todo; ven en la noche y tienen, como todas las razas habituadas a la espera, un sentido de anticipación funeral del porvenir; pues ¿qué otra anticipación del porvenir que no sea la cita con la muerte cabe en esta tierra? "
Volverás a Región, Juan Benet

domingo, 14 de octubre de 2007

EL TODOPODEROSO

El pasado jueves, día 11 de octubre, tuvimos la oportunidad de escuchar en Sevilla al todopoderoso de los rostros, los corazones y las almas, esto es, Javier Marías. El encuentro estuvo jalonado por la presentación de la tercera parte, Veneno y sombra y adiós, de su última novela, Tu rostro mañana. Tras la presentación de Fernando Iwasaki -atinada, en concierto con la obra y arrojadora de luz-, tomó la palabra el propio Marías (he obviado las palabras liminares del decano de la Facultad de Filología por torpes, incongruentes y repetitivas). Confirmó Javier Marías ese don para dejar ebrios de verbo a los escuchantes; su modulación, sus periodos sintácticos, su selección léxica es de una precisión apabullante; tal así su capacidad natural de fabular al mismo tiempo sobre varios asuntos y envolverlos todos en la extrañeza del azar. En la foto aparece la sombra de Javier Marías, el veneno aflamencado de Iwasaki y el adiós de mi rostro.

viernes, 12 de octubre de 2007

¿ESPAÑA?

NO HACE falta que Rajoy protagonice un vídeo defendiendo el día de la Hispanidad ni que los adversarios políticos digan que ha cometido una brutalidad digna de otros tiempos para que me siga importando bien poco o casi nada eso de la patria, la nación y las banderas que los políticos predican desde sus atriles. Quiero decir que no me identifico con la idea de España que tiene el PSOE, pero eso no me lleva a afirmar que esté de acuerdo con la idea de España que mantiene el PP, más bien, si contra mi voluntad tuviera que situarme estaría más alejado del nacionalismo español que defienden los populares. Por eso mismo, porque son ideas y las ideas prefiero elucubrarlas en otro guiso y con otros aliños, entiendo que lo que propone Rajoy es un tipo de nacionalismo de la misma especie que los que crítica. Se trata, eso de lo español tal y como lo defiende Rajoy, de un macro-nacionalismo que engulle a otros nacionalismos, esto es, micro- nacionalismos. Como no comulgo con ningún tipo de identificación política y territorial, creo que eso de los himnos y de las madres ilegítimas que nos crecen cada año es una falacia intelectual a la que nadie, todavía, ha sabido darle forma cabal.
La España, esa España de la que hablan los políticos, ha sido una gran puta desde el principio de los tiempos en su suelo peninsular, así lo digo, y así me imanta una tierra. Por este motivo, por la fusión continua de razas que atraviesa nuestros genes, por el prodigio del paso de culturas milenarias por estos lares, debo confesar que si algo me agrada de todo esto de los días nacionales es la mezcolanza de una tribu impura, repleta de mixturas, prodigiosa por su incapacidad de identidad y única por su indudable antigüedad. De esta forma, si Rajoy quiere celebrar su día de la patria, no me parece una postura a la que le podamos reprochar algo. Ahora bien, ¿quién le ha dicho que “lo que todos sabemos”, eso que nos ha llevado a “esta situación”, proviene de una idea de España que nadie comparte?
El desaparecido Claudio Guillén tiene un libro titulado Múltiples Moradas. Este volumen comienza con un epígrafe en el que me he revolcado demasiadas veces: “El sol de los desterrados”. En él se cuenta una anécdota de Diógenes, el cínico. Se trata del famoso encuentro en Corinto de Diógenes con Alejandro Magno, quien se acercó a él y le dijo: “Pídeme lo que quieras”. Y Diógenes contestó: “No me quites el sol”. Pocas incidencias a lo largo de los tiempos demuestran de forma tan feroz cómo el hombre, desde sus inicios, ha evidenciado la necesidad de la libertad bajo el sol y el rechazo del poder y de las instituciones sociales a través de un jefe supremo. Así que me envuelvo en los versos de Brassens: “Cuando la fiesta nacional/ yo me quedo en la cama igual/ que la música militar/ nunca me pudo levantar”.
INFORMACIÓN SANLÚCAR (semanario) 13/X/2007

jueves, 11 de octubre de 2007

PREMIO NOBEL

Ya tenemos el nombre -de resonancias filosóficas- de la Premio Nobel de literatura de este año: Doris Lessing. Esta autora inglesa de origen iraní ha trabajado en literatura sobre las fuerzas que mueven las pretensiones feministas o los cruces de culturas. Su obra cumbre es El cuaderno dorado. De nuevo una autora premiada y que me hes desconocida, a pesar de que fue Premio Príncipe de Asturias en 2001.

miércoles, 10 de octubre de 2007

TESOROS

El léxico que configura la historia de una lengua está lleno de peculiaridades que van más allá de lo estrictamente filológico y que se empapa, además, de acontecimientos históricos, filosóficos, religiosos, etc. Si la lengua es el instrumento de que nos valemos para establecer las conexiones oportunas entre el concepto - o su percepción- y la forma real de ese concepto, también es el testigo de la historia de las mentalidades. Me refiero con esto a la trayectoria que han seguido ciertas palabras en nuestra lengua como "siniestro". De origen prerromano (algunos aventuran que vasco, concretamente), "siniestro" fue sustituida por el vocablo "izquierdo" porque la Iglesia tuvo a bien despejar todo tipo de dudas maniqueas que lo empacharon todo. Es decir, lo bueno se acopló al lado derecho y lo malo a lo izquierdo. Si tuviéramos espacio, tendríamos la oportunidad de hacer un repaso por la bibliografía antropológica que ha recogido todo tipo de simbología al respecto: en oraciones, iconografía, libros bíblicos, homilías, misales, etc. No en vano, Cristo está sentado a la derecha del padre, el buen ladrón estaba a la derecha, etc. En este sentido, el testimonio de uno de los diccionarios monumentales de nuestra lengua, el Tesoro de la lengua castellana o española de Sebastián de Covarrubias que se publicó en 1611, es de sumo interés. Su lectura es siempre un disfrute y una exploración por la mentalidad de quienes nos antecedieron. A continuación transcribo la entrada:
SINIESTRA cosa. La contraria a la diestra, y así decimos mano siniestra.

SINIESTRO. El vicio y la mala costumbre que tiene o el hombre o la bestia; y díjose siniestro principalmente por el zurdo, que las cosas que ha de hacer con la mano derecha las hace con la izquierda.

ZURDO. el que es más ágil de la mano izquierda que la mano derecha,siendo de ordinario al revés, que la mano derecha es más ágil. Ninguna mujer es zurda o ambidiestra.

PUESTAS EN ABISMO

"Pensamos en haber vivido lo que se vivió como si fuese un borrador, algo que puede ser transformado."
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"[...] Si el tema del Quijote es el del soñador que se atreve a convertirse en su sueño, mi historia será la del escritor que se atreve a vivir lo que ha escrito, en este caso lo que ha inventado [...]"
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"La vida, siempre tan importante. ¿O no? ¿No era eso lo que solía decirse? Me entraron de repente ciertas dudas. La vida, tan primordial. Lo repetí para mí mismo otra vez: La vida, tan primordial. tan esencial, añadí. La sangre y el hígado, tan fundamentales. Las dudas aumentaron. ¿Debía tener la vida un lugar tan preferente? Me dije que en realidad esa tensión entre literatura y vida ha sido desde el primer momento, desde Cervantes, el tipo de debate que ha desarrollado la novela. En realidad, lo que llamamos novela es ese debate."

"PORQUE ELLA NO LO PIDIÓ", EXPLORADORES DEL ABISMO, E. VILA-MATAS

lunes, 8 de octubre de 2007

RENACIMIENTOS

Para los que estén buscando una escapada a los museos ya tienen la excusatio non petita más idónea. El otoño comienza en Madrid con una exposición en el Thyssen que recoge más de doscientas obras del Renacimiento alemán entre pinturas, grabados, orfebrerías, etc. De entre todos los seleccionados destacan Lucas Cranach (1472-1553) y Alberto Durero (1471-1528), así que el acontecimiento merece la pena. La exposición se titula Durero y Cranach. Arte y Humanismo en Alemania. Con este título no hay quién se resista a viajar por eso que Emilio Lledó llama los surcos del tiempo.
(Adán y Eva por A. Durero)

jueves, 4 de octubre de 2007

LLAMAS

La radio termina por convertirse en una ventana que se asoma al discurrir del mundo, al asombro de las llamas rutinarias, al amontonamiento de faringes encendidas. Por eso, cuando encendemos la radio y la palabra comienza a edificar el mundo que se mueve, esparce y desordena, sentimos que formamos parte de algo que no conocemos, de un abismo inexplorado pero tácito, sin embargo, para los sentidos. Estos creen aprehender las formas exactas de los elementos, pero la aplicación de la duda trastoca toda certeza absoluta. La vida, como certeza absoluta no tiene nada que hacer, no tiene nada que ofrecer como axioma accesible y fragmentado.
La muerte, sin embargo, es como un cante de ida y vuelta que retoma todas las armonías que en un tiempo fueron las que formaron la vida. La muerte es una pintura cubista, un apremio para la perspectiva, que consigue aunar en un golpe rotundo de tierra el punto de fuga de los pinceles. La muerte es la cuerda que sostiene el violín, que procura todos los arpegios necesarios o superfluos, todas las posibles melodías que se precipitan en la mente. La muerte, ella sola, es una partitura en blanco, un acuífero de motivos húmedos para la nada, una congoja que no intuimos, una necesidad, para algunos, que no les basta, por irreconocible. Es un temor que nunca hemos sentido, una piedra solitaria que no vemos en el camino. La muerte, el envés de lo comprensible, por eso nos apabulla.
No debería nunca morir nadie como el agua de un arroyo abandonado por el hombre, no debería llegar la muerte con sus patas de caña y recogernos del asombro ante la finitud. Por eso, ya desde este momento, la muerte debe ser recogida con todos sus metales, con los sedimentos que otras muertes han depositado en nuestra memoria. Encontrar la sustancia eterna en la muerte es, ante todo, un acto de valentía; puede ser que un capricho de los sentidos, pero también una necesidad para incorporar la filosofía del límite, del abismo, a la tierra cercada de nuestras ilusiones. Hoy ha muerto un hombre, con él todos los hombres, acaso. Y quiero verme muerto sin rostro, sin nombre, como él, sin escrúpulos que nublen mi observación. Hasta en la radio la muerte deja su aroma de salina moribunda. La muerte tiene ahora una voz que fue compañera de muchas noches, una voz rotunda como el deshielo salvaje. No de otra forma abriré el acueducto verbal que es la radio, esperando la continuación de la vida; me conduelo de los astros y las estrellas, han perdido una voz que las alumbraba, como del rayo.
INFORMACIÓN SANLÚCAR, 6/x/2007
Post Scriptum: Anoche murió Carlos Llamas, excelso periodista de la Cadena Ser. El cáncer se lo llevó. Dirigía un programa llamado Hora veinticinco. Se retransmitía por la noche, a horas en las que uno planea, ingenuamente, donde guaradará el tesoro de sus días venideros.

miércoles, 3 de octubre de 2007

POLÍTICA LINGÜÍSTICA

La escritora Cristina Peri Rossi no volverá a participar en un programa de radio en Cataluña porque no habla catalán. Los dirigentes del medio de comunicación en que participaba esgrimen una justificación para tal efecto que se ampara en el acuerdo que desarrolló el tripartito, jalonado sobre todo por Esquerra, y que privilegiaba la participación en medios catalanes de participantes o colaboradores que hablaran catalán. Para los que quieran saber el menudeo del caso, les facilito un enlace que se obtiene en el nombre de la escritora en esta entrada. Pincha dos veces y leerás lo que ella misma explica.

martes, 2 de octubre de 2007

PARO BIOLÓGICO

Llevo unos días enredado entre la expresión “para biológico” y todas las posibilidades que de ella podemos obtener. Estrictamente, se usa “paro biológico” para hacer referencia a ese periodo de tiempo en que los marineros dejan de faenar en beneficio de que las especies se desarrollen en más cantidad. En definitiva, consiste en dejar que los inmaduros crezcan hasta alcanzar el tamaño adecuado para procurar la futura existencia de los mariscos y pescados en las mesas de los consumidores.
Me pareció oportuno darle un sentido fingido a la expresión llevándola al campo de los humanos. Por ello, solicité a mis neuronas que me extirparan de mi cerebro todos los sustentos semánticos que de la marinería se aposentaban en ella. El caso fue que me propuse hacer un estudio del paro biológico pero para los humanos, no para las bigotudas gambas. ¿Cómo recibiríamos un paro de este tipo nosotros, los que provocamos el paro? ¿En qué consistiría y qué finalidad o fuerza teleológica lo movería? ¿No hay paro biológico continuo en algunos países africanos? ¿ No será que estamos en un paro continuo y esta circunstancia nos incapacita para tomar conciencia del asunto?
Principié en mi mollera una imagen que venía a convocar la supuesta consecuencia de ese paro biológico en zonas en que opera la fuerza de la sinrazón. La franja de Gaza, Iraq, Israel, por ejemplo. Continué arañando a la palabra todos sus resquicios semánticos y conceptuales. Me hice preguntas: ¿qué responderíamos ante la masiva construcción de viviendas aladrilladas, afeadas y destructoras del patrimonio si parásemos las obras por unos meses? ¿No caeríamos en la cuenta de que estamos destruyendo el banco de recursos más poderoso que tenemos para la subsistencia, esto es, la memoria?¿ si en terriorio comanche parasen las guerras, qué cara se les quedaría a los soldados y dirigentes políticos? ¿Queremos convertirnos, acaso, en “replicantes” a la manera de Blade Runner?
Incluso si llevásemos estas premisas y elucubraciones al ámbito de las relaciones personales, ¿cuántas tonterías no rodean a las disputas familiares o entre amigos? ¿No será que les hace falta una parada y fonda para calibrar los lazos en su medida adecuada? ¿Qué sería de los medios de comunicación si parasen por unos meses de introducir mierda caliente en las mentes de los escuchantes y televidentes? ¿Serviría para algo esa parada; para interpretar los hechos teniendo en cuenta otros criterios ajenos a los suyos?
INFORMACIÓN SANLÚCAR (semanario) 29/IX/2007